Zero, de Jasper Johns, óleo y collage sobre lienzo, 25.4x20.3 cm. 1959,
Estados Unidos
|
0
El cero, concepto
que indica la ausencia de valor, es también algo rico y vital. Un vacío cuya
presencia se siente. Absoluto, potencial y al mismo tiempo es nada.
Su invención es sin duda uno de los mayores logros de la
humanidad y su aportación al pensamiento humano resulta incuestionable. La
naturaleza del concepto cero resulta
profundamente filosófica.
El signo numérico cero
no tiene valor por sí mismo pero ocupa el lugar de los valores ausentes. Los
mayas descubrieron el concepto del cero
y su empleo 1000 años antes de que nada parecido fuese conocido y empleado en
Europa. Se representaba mediante una concha o un caracol, símbolo de la
regeneración periódica, igual que la luna. “El
cero es el momento de la
desintegración de la semilla del maíz en la tierra antes de que la vida se
manifieste de nuevo. Es el momento posterior al sacrificio terrestre y previo a
la resurrección celestial” (1) . El cero es un instante en la
inversión de polarización. El gran mito de la regeneración cíclica está
resumido en el simbolismo del cero
maya.
El cero es también
el glifo universal de la atemporalidad y la inmovilidad de lo eterno, de la
permanencia del ser a través de las fluctuaciones del cambio. Siendo la nada,
al mismo tiempo, el cero contiene en
sí la evolución de la vida.
El cero apareció por primera vez en Babilonia, en tablillas
de escritura cuneiforme datadas en el año 1800 a.c. y su valor ya era nulo. En
notación posicional ocupaba los lugares donde no había una cifra. Posteriormente se le representó mediante dos cuñas
cuneiformes, muy semejante a la forma actual del cero.
No obstante, es en la India del S.VII (2) cuando empieza a revelarse el verdadero genio y la imparable
progresión del cero hacia el mundo
concreto de la geometría, la abstracción algebraica, las matemáticas o la
música. El avance del pensamiento científico no hubiera sido posible sin el
concepto cero.
Cero (sunya, en sánscrito) es el vacío que está detrás de todas las
apariencias. Su raíz (hinchar) connota que se trató mitológicamente de un vacío
capaz de engendrar todas las cosas. El cero
es femenino, la matriz potencial, el perfecto huevo cósmico para C. G. Jung.
El mundo de habla árabe lo llamó sifr (cifra en
castellano) y lo transmitieron a Al-Andalus y posteriormente al resto de
Europa. Los primeros manuscritos que muestran las cifras indias (llamadas
entonces “árabes”) provienen del norte de España y son del siglo X: el Codex Vigilanus y el Codex Aemilianensis.
En Europa, el cero
(zefhirum), comenzó a difundirse
hacia el año 1000 y su adopción planteó un cisma en el pensamiento de la Edad
Media, ya que el concepto cero “introducía el horror de la nada en la
plenitud de la creación divina” (3) y
ponía en duda la armonía de las esferas de Aristóteles. “El cero desafía a la
lógica por cuanto sugiere al mismo tiempo el vacío primigenio y el abismo del
infinito” (4). El matemático
italiano Fibonacci hace uso del cero en su introducción al álgebra
árabe (5), fue tildado de mágico,
embrujado y demoniaco. Convendría aclarar que por entonces el uso del ábaco era
comúnmente extendido y aceptado tanto por calculadores, clérigos y comerciantes,
sistema éste que no contempla el cero
para el cálculo. El uso por parte de Fibonacci del cero supuso un cambio de paradigma fundamental en el pensamiento
occidental. Científicamente, el invento
renacentista del espacio infinito de la perspectiva se basa en el vector cero del punto de fuga. Sin cero, no hay perspectiva, y así lo
atestiguan Durero o Piero della Francesca.
Es en el cero
absoluto donde cesa todo movimiento molecular y al mismo tiempo representa la
infinitud del agujero negro. El punto cero
del vacío en la mecánica cuántica es la ilimitada energía de un sistema, el cero cósmico del big bang, la creación del universo a partir de la nada. El cero es positivista y metafísico a la
vez.
Ordenadores, teléfonos,… basan sus funciones en el código
binario de unos y ceros, pulsaciones
y silencios. Curioso, inquietante y solemne es el concepto del cero, que sin tener valor por sí mismo
confiere valor y potencias a otros.
El cero no es la
negación absoluta, es una carencia de oposiciones y contrastes, la ausencia de
dinamismo. En el cero subsisten
distintos estados de manifestación, el cero
es la nada pero “permanecen conscientes
todas las posibilidades consideradas. El abismo del cero-nada deviene visible
en cada brecha de la existencia, en cada transformación de la realidad, en cada
crisis, sufrimiento, metamorfosis, en cada cambio de forma, o en cada vez que
el estado de una cosa es alterado, el abismo de la nada es atravesado y se hace
visible durante un instante” (6), pues nada puede cambiar sin producirse
el contacto con esa región del ser absoluto que es el cero.
“La prueba de Dios
habría que buscarla en el encuentro del vacío con el infinito” (Descartes) (7), y ahí está el cero:
punto de equilibrio entre lo negativo y lo positivo.
Gráficamente, un concepto tan complejo como es el cero, fue diseñado del modo más
sencillo. Todas sus significaciones están implícitas en su genial abstracción
tipográfica, inconscientemente inspirada en el mythos.
Un profundo vacío, el espacio no activado, el tiempo
detenido, la idea en potencia, la ausencia de materia, una barca sin remos en
la Estigia entre el Hades y el cielo, el preciso instante del ahora y la eternidad
en la nada. El cero representa la
nulidad, la inexistencia,… la muerte, y al mismo tiempo es una presencia energética latente hacia la vida.
Todo esto, y nada, es el cero.
Justo Ruiz Granados
Madrid 10 de diciembre de 2012
0
(1). Jean
Chevalier y Alain Gheerbrant. Dictionnaire
des symboles. París, 1969
(2). Abu Ja’far Mujammad Ibn
Musa. Tratado de la adición y la
sustracción mediante el cálculo de los indios, 810 d.c.
(3). Robert Kaplan. The Nothing That Is: A Natural History of Zero. Oxford, 2000
(4). Charles Seife. Zero: The Biography of a Dangerous Idea. New York, 2000
(5). Leonardo de Pisa, Fibonacci.
Liber abaci. Pisa, 1202
(6). Joseph ben Shalom de Barcelona, S. XIII.
(7). The Archive For Research In Archetypal
Symbolism (ARAS)
No hay comentarios:
Publicar un comentario