Cosimo Piovasco di Rondò, ejerció a su manera el derecho a
la discrepancia con tan solo doce años de edad, y esta elección la llevaría
hasta sus últimas consecuencias. Su padre era una persona a la que le importaba
mucho lo que decía la gente y su madre era una mujer estricta y de carácter
militar. Cosimo decide subirse a los árboles para no bajar jamás como rebeldía
ante el mundo. Un mundo en el que se niega la más sencilla de las libertades, que
ve reducidas a una serie de comportamientos preestablecidos.
Il barone rampante
(el barón rampante) es una maravillosa y conocida historia que Italo Calvino
publicó en 1957 y en la que el protagonista no es sino su propio “alter ego” en
respuesta a la invasión soviética de Hungría en 1956. Hecho que le llevó a
abandonar el Partido Comunista y cualquier compromiso político, ya que en
palabras del propio Calvino “el hombre, se
ha de desvincular de los condicionamientos ideológicos y políticos, de las
ideas preconcebidas y de las imposiciones intelectuales…”. Que la novela
esté ambientada en la Europa de finales del S.XVIII y principios del S.XIX
tampoco es casual. Cosimo recorre el continente de punta a punta contemporáneamente
a los Absolutismos, la Revolución Francesa y durante el ascenso y el ocaso de
Napoleón Bonaparte.
Lo realmente maravilloso de esta historia, a diferencia del
Buen Salvaje rousseauniano o del Tarzán de Burroughs, es que Cosimo permanece
completamente integrado en su sociedad, en su comunidad. Su actitud es la del rebelde
activo.
Cosimo vive en un territorio ambiguo que no forma parte ni de
la tierra ni del cielo. Una frontera de sección a veces apoyada y otras
suspendida, tal y como le comenta a su querida Viola mientras ésta se columpia
y éste la iza y le comenta: “ahora formas parte de mi mundo”, o bien cuando
Cosimo se agarra a un globo aerostático y es suspendido pero no deja del todo
de abandonar “su territorio”. Metafóricamente este mapa nos ofrece una intensa
reflexión social y proyectual en la Arquitectura. Lástima, o buenos mal, que
exista la gravedad. En cualquier caso el mundo del diseño y de la arquitectura
está lleno de ingenios que no son: ni de aquí, ni de allá. Su precisa ubicación
es “un limbo” necesario para ser comprendida y ser eficaz en su función: un
paraguas, una pista de coches de choque, las mesetas de los templos mayas, el
peine de un teatro, un columpio,…
Nadie mejor que el bueno de Cosimo Piovasco di Rondò, el barón rampante, como mediador e
inspirador en estos y otros muchos asuntos. Los veremos, los veremos…
Justo Ruiz Granados
Esto del activismo comprometido e integrado es como para apuntárselo!. Una lectura del Barón rampante actualizada es esto, si señor.
ResponderEliminarEnhorabuena y saludos!
Santiago, gracias por tu comentario. Difícil asunto el de llevar a cabo este tipo de rebeldía sin tener que subirse a los árboles, pero pienso que hoy por hoy es necesario este activismo comprometido e integrado como tu dices.
ResponderEliminarMuchas gracias y un abrazo :-)
Justo