Casa dell'Obelisco. Cuaderno de Turín. 1997 |
CASA
DELL'OBELISCO
Elio
Luzi y Sergio Jaretti eran dos arquitectos recién licenciados, de apenas 25
años de edad, cuando realizaron su primera obra de arquitectura. Ambos sentían una gran
pasión por la arquitectura de Antonio Gaudí y Frank Lloyd Wright y en la
abierta encrucijada de postguerra entre el Estilo Internacional y la
Arquitectura Orgánica no dudaron en abanderar esta última, por la que siempre
apostó su maestro, el gran Bruno Zevi.
Los
proyectos residenciales de Luzi y Jaretti son como bacilos o mitocondrias
juguetonas dentro de la rígida trama urbana turinesa. Parecen modelados en
arcilla, con las manos, y sus irregulares fachadas generan un movimiento capaz
de articular el paisaje más inmediato. Un juguete en manos de dos inexpertos
arquitectos que se aplican en él del modo más ineficaz pero que con gran
ilusión colocan ladrillos, yesos, hierros sin forjar,
piedras artificiales y placas de fibrocemento del modo más inverosímil y consiguen sacarle a estos
materiales el más puro gusto señorial. En la Italia de postguerra ya no había
dinero para tallar la piedra pero la alta burguesía turinesa, que tan orgullosa
estaba de su arquitectura Liberty, acogió de buen grado este gato por liebre.
Bartolomeo
Manolino fue el empresario y constructor que encargó este proyecto a Elio Luzi
y Sergio Jaretti en 1953 y por los casi 30 años de estrecha e ininterrumpida
colaboración que mantuvo con ellos parece ser que quedó tremendamente
satisfecho del resultado. El edificio de viviendas fue entregado en el año 1959
y parece ser que casi hubo hasta puñetazos por hacerse con una vivienda. Éstas
se organizan en cinco pisos, tres viviendas por planta y algunos dúplex. Es
significativo que un proyecto con unos exteriores tan orgánicos y curvilíneos contenga en
su interior una arquitectura absolutamente cartesiana y de paredes rectilíneas.
La alta burguesía turinesa aprobó de buen grado esos materiales tan pobres e
indignos y que con ironicidad Luzi y Jaretti impusieron en las fachadas
con aires de grandeza, pero de ahí a hacer lo mismo en el interior... los
cuadros, veladores, espejos, pinturas y retratos decimonónicos eran más valiosos que las propias viviendas.
Tan
sólo dos años más tarde Sáenz de Oíza ofrecería un gran recital.
Justo
Ruiz Granados
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